martes, junio 02, 2009

La hoja de sueños





Sus manos endurecidas evidenciaban que siempre le había tocado tirar del carro de la esperanza...sus brazos agrietados, mostraban los esfuerzos sufridos por aguantar a pulso los cimientos de la ilusión...las cicatrices del pecho dejaban ver cada batalla perdida, o quizá ganada...y cada llaga de su piés le recordaba lo importante que era seguir caminando aún cuando el dolor se hacía insoportable.
Siempre prefirió derramar una lágrima que una palabra de más, y era conocido en el lugar por no negar nunca un abrazo a todo aquel que lo necesitase.

A sus espaldas...unas cuantas frustraciones, y la mala suerte...su más fiel compañera. Lo que los demás conseguían sin el más mínimo esfuerzo...a él le suponía meses de trabajo. Pero no le importaba, sabía que cada gota de sudor le haría todavía más fuerte y que antes o después, la vida acabaría recompensando su honradez...

Su único tesoro, un viejo papel de cuaderno en el que todas las mañanas al despertar escribía sus sueños.
Sueños sencillos, tan corrientes que siempre le habían resultado inalcanzables.

El rumor de la existencia de aquella hoja y del hallazgo de la felicidad a todo aquel que consiguiera cumplir los sueños del anciano había comenzado a extenderse por el pueblo. Los vecinos movidos por el hambre de recompensa acudían cargados de presentes...grandes sacos de trigo, enormes extensiones de tierras, ganado en abundancia, monedas de oro...pero nada de eso decía necesitar el anciano, que devolvía con una tímida sonrisa todo aquello que llegaba a su humilde hogar.

Cierto día, un pequeño niño que poco sabía de recompensas llamó a su puerta.

En su mano, un bolígrafo.

- Tome. Se lo regalo. Le he estado observando y sé la ilusión que le hará escribir al fin sus pensamientos en esa vieja hoja en blanco que observa ensimismado cada mañana durante horas.


Los ojos del anciano se iluminaron.
Fue entonces cuando sus sueños pudieron comenzar a trazarse de verdad...






No hay comentarios: