martes, febrero 24, 2009

Regresar...





Ahora que tú ya puedes ser tú, ahora que yo ya soy yo…

Aterricemos de nuevo en aeropuertos donde las nubes no emborran la visión del paisaje, donde la claridad del cielo es diferente y nos permite ver las cosas sin matices ni sombras…

Regresar al lugar donde las flores, en días especiales, te sorprenden simbólicamente recostadas en lugares inesperados, protegidas bajo mantos transparentes y sinceros que se esfuerzan por transformar lo que acabaría siendo una flor marchita, en una flor disecada e imperecedera de por vida.

Lugares en los que encontrar…plazas de colores abrazando los 4 límites, puentes de tres arcos y ninguna flecha capaces de atravesar para siempre tus retinas, torres mágicas que clavan sus veletas en el cielo y reflejan su oro en el río, puertas de catedral en las que soñar con los ojos abiertos, parques en los que la felicidad se encuentra a tan solo a un pedaleo, ventanales junto a rincones que no entienden de traiciones, pasadizos empedrados bajo el eco de una gota de agua, callejones solitarios en los que encajar besos y abrazos robados, patios capaces de reflejar en cada una de sus flores la alegría de sus gentes…playas en las que unir diferentes horizontes, caletas que aguardan leones dormidos, teatros que reflejan el esfuerzo e ilusión depositado en él año tras año, plazas con sabor a cerveza y pescaito, tabernas que muestran el hambre centenario…mezquitas majestuosas y octogenarios guardianes de secretos y saberes japoneses…

Rincones en los que regalar a tu paladar mil sabores con matices de vino y azahar, berenjena con miel, mojama, cazón en adobo, cartuchos y tortillitas de camarones, mojo picón, gambas blancas, puntillitas, papas arrugás, acedías, pringá, manteca colorá, salmorejo, mejillones al vapor, carne mechada, y desayunos “propios” con tostás de jamon y queso.

Algo ha marcado mi vida desde entonces, y es que nunca olvidaré….los abanicos a cambio de sonrisas, los deseos fundidos entre el romero, los capós nupciales de un lejano oriente, los paseos a ritmo de pedal y sabor a natilla y chocolate, los olvidos de identidad por un dia, las cervezas casuales de reencarnación bajo el portal número 6, los malabares, el fútbol y las risas anaranjadas entre las calles empedradas, las indecisiones del estómago ante un patio cargado de flores y violines, las pompas de jabón surcando los cielos, las cachimbas sin tabaco de ron y flores y sabor a nicotina, las palomas que no quieren saber nada de chicas ni alpiste, las exposiciones donde mostrar lo más profundo de cada persona junto a firmas en honor a un chivo, los madrugones a las 5 am en los que ensayar mano a mano frente a un espejo y decir tu nombre, los maquillajes de Risketos, los amaneceres glamurosos con olor vacuno, los ancianos con un diente, un perro que muerde y una escopeta trucada, las comidas codo con codo con el triunfo, los marujeos rosas al llegar a casa, las invitaciones a montar en helicóptero, las bandejas de vino y pasas, las gominolas recién levantados del corazón de tres pisos, las derrotas a los dardos en una diana enana, las visitas al piso a través de la valla, las compras en el super a última hora, las cenas con sabor a méxico italia y japón sin salir de la habitación, mis primeras cervezas abiertas con un cuchillo, los secadores que funcionan por segundos, los mandos robados por trasgus, las bañeras con el agua más caliente del mundo, los conejos morados con sabor a fresa y cava, los desayunos en la terracita con tostá y periódico, los sustos con el pollo sin pico, los cumpleaños franceses al son de guitarra y cajón con Alselma, los nervios de ver el circo y no saber llegar, las carreras en tacones saltando quitamiedos y cruzando carreteras de 4 carriles para llegar a tiempo, la magia y los malabares más sorprendentes jamás vistos a tan sólo 5 butacas de distancia, las cenas de balde a la luz del Guadalquivir, los anfiteatros romanos en los que cumplir el rol de gladiadores, el flamenco mejor visto, oído y sentido hasta bien entrada la madrugá, la tortilla de 20 cm de grosor…y también, los instantes más tristes y sinceros que a son de pasodoble y popurrí dieron paso a una nueva etapa de mi vida.

Quizá una etapa en la que toque sonreir desde el principio, una etapa transparente y sin nada que ocultar, una etapa en la que trazar ilusiones conjuntas olvidándonos de los bocetos fallidos trazados en el ayer, una etapa en la que aunque lejos…estaremos más cerca que nunca, porque que al fin tú podrás ser tú…porque al fin yo podré ser yo…

...por los dos!


1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando dos ojos se llenan por igual de lágrimas tanto de alegría como de pena, cuando son capaces de cerrarse lentamente para volver a abrirse con más fuerza que nunca...esos ojos, esa mirada, sólo puede entenderse como sinónimo de sinceridad.

El famoso estar sin estar cobra aún más sentido. Por eso...por esto, leer tus palabras es volver a saborear cada minuto vivido.

La oímos juntos..."háblame del sur". Ahora ya no hace falta ¡háblame tú!.

Estuviste, estás y estarás.

Pd: Aún me quedan golosinas para rato ¿compartimos? ;)